Después de un finde de turismo en Milano, ayer llegamos a la (cruel) realidad. Aterrizamos (con tren) en la piccola ciudad de Bologna. Suerte que nos recogió Susana de la Stazione Centrale porque si no, hubiéramos muerto aplastados entre la jambría de locos que, con maletas o con coches, pasaban delante de nuestras narices.
Como dos pollos nos adentramos en el mundo boloñés (con boca abierta incluida), cenando con los amigos (italianos) de Susana. Noche divertida tras algunos juegos (en italiano), Abi y yo tuvimos que despedirnos, con lagrtimitas en los ojos. ¿Os habíais enfadado? pensaréis algunos. Nop. Simplemente que la pobre Sus no podía recogernos a los dos y, mientras yo dormía con nuestra diosa-salvadora, él se instalaba con los amigos-salvadores-de-la-diosa-salvadora.
Y aquí es donde (de momento) se acaba la historia. Entre números de teléfonos italianos que esconden un (bonito y acogedor) sweet sweet home nos revolcamos. Entre sueños e ideas encontradas nos disponemos a vernos en las Dos Torres (mi tesssoorrroooooooooo) dentro de una hora. Seguiremos encontrando piso y esta tarde iremos a por los móviles italianos.
Abi, ¿compraremos en el supermercado propiedad de Berlusconi? Dime que sí, dime que sí. (Perdonen a los que aún no he contestado por e-mail pero es que no he tenido el suficiente tiempo de hacerlo)
1 comentario:
Ooooooooooh mis pequeñuelos, solos en una ciudad del medievo, intentando encontrar un hogar. Os echo de menos (snif).
Cuidaos mucho y no os hartéis de la pasta ni del colgate.
Un beso!
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