martes, 26 de febrero de 2008

Circo Massimo

Creo que de toda la ciudad de Roma, al menos en este rápido viaje a la ciudad eterna, me quedo con el Circo Massimo. No ha habido otro monumento, otra fontana, otro nada que me cautivara más.
Pero realmente del circo poco queda. Solamente el recinto y la imaginación que cada uno le eche. Y esto es lo que lo hace especial, porque de las otras estructuras que quedan en pie sabes realmente a través de tus ojos cómo son, cómo eran y lo que puedieron ser. Pero con el Circo, lo único que puedes es hacerte una idea e imaginar que algún día, en ese recinto de tierra y césped, los romanos corrían subidos en carros tirados de caballos y miles de personas aclamaban desde las gradas, hoy ya inesistentes.
Me impresionó también ver a la gente tumbada al sol sobre la spina y no pude evitar imitarles. Así que, ni corta ni perezosa, me eché encima de la hierba, me puse de manga corta y allí me quedé, atónita, pensando que miles de años después de su construcción, yo, una persona del siglo XXI estuviera tumbada en un poquito de historia.

sábado, 9 de febrero de 2008

la padella monstruosa

Momento en que nuestra linda casa italiana casi fallece quemada.
A nuestro querido coinquilino de Lecce (al sur, muy al sur de Italia, allá por el taconcito) se le ocurrió poner en el fuego una padella con aceite e irse a seguir-a-saber-qué en su cuarto, mientras el fuego calentaba algo de aceite que había desparramado en los fogones. Al llegar a la cocina se encontró unas llamas (de la hostia) porque la pequeña llama del gas (esa que es azulita, mona, medio anaranjada) había prendido el poco aceite desparramado, éste se había incendiado y había saltado al aceite que había dentro de la padella. Nuestro querido coinquilino, con una inteligencia que asombra, coge la padella por el mango y la pasea por la cocina hasta llegar al balcón, desparramando por el camino llamas por doquier.
Resultado: una padella en el balcón desde hace unos días, sin que nadie la toque, apagada con un vaso de agua (ahí de nuevo actuación de nuestro querido coinquilino, que se vio sorprendido con una nueva llamarada al derramar el agua sobre la padella).
Finalmente el fuego fue apagado, pero después todo el edificio olía a buñuelos recién hechos.

martes, 5 de febrero de 2008

vuelo 605

Hace un par de viajes que llevo pensando en los pros y contras de acomodarse en un asiento concreto de un avión. Averigué que prefería sentarme a mitad del avión, junto a la ventanilla y justo antes del ala (si puede ser). Todas mis compras y siempre que podía, elegía ese sitio. No es que haya comenzado ahora a coger aviones, sino que aún no sé por qué, durante mis largos paseos por los pasillos de aeropuertos se ha ido forjando una teoría.
Parece ser que los viajeros sentados en la cola del avión son lo que suelen sobrevivir más a un accidente aereo. Los de los primeros asientos no corren esa misma suerte, pues son los primeros en llegar hasta el suelo y los de mitad... pues supongo que depende. Pero bien, no sé dónde leí esto pero parece tener un poco de lógica en el caso de que el avión se estrellase. La última vez que viajé en avión (hace un par de días) se me ocurrió sentarme en el último asiento del mismo, junto a la ventanilla de la derecha. Todo eran calores y un ruido de motor o de algo (propulsor, etc.) que me ponía muy nerviosa.
Pensé que si algo pasaba en la parte de atrás, yo, junto con el matrimonio que estaba a mi lado y los dos amigos sentados en la misma fila que yo pero a la izquierda del pasillo nos íbamos al carajo. Es una manera cruda de verlo, pero es que creo que este vuelo fue el peor que he tenido.
Hubo mucho balanceo (que no me importa) y hubo incluso un intento de aterrizaje abortado. Al llegar a Forlì (nuestro destino), una niebla intensa lo cubría todo. Después de casi 30 minutos para aterrizar, el capitán informó que nos pasaríamos unos 20 minutos sobrevolando el aeropuerto de Forlì para ver si le daban el visto bueno para atterizar. Pero no se lo dieron, o sí. Porque cuando parecía que estábamos aterrizando (y sin oir de nuevo la voz del capitán), de repente pegó un acelerón y volvimos a irnos hacia arriba. Como no se veía nada (aunque hay quien afirma que llegó a ver el suelo de la pista), parecía que había vuelto como a despegar porque íbamos a chocar contra algo solido. El fin de la historia (o el comienzo) fue que nos desviaron a Rimini, de allí un bus de nuevo a Forlì y una espera en la Estación de tren de unos horas hasta que Ale y Ab me rescataron con el cochecito.
Por ello mi teoría se vio reafirmada esa noche. Mejor ponerse al medio del avión, que de todas formas sigue aviendo salidas de emergencias. Los del principio morirán aplastados antes que nadie, pero los del final pueden morir quemados. No me mola la idea y, después de todo, siempre me pongo al medio, carajos. No sé por qué pero cuanto más veces subo en avión, más miedos y paranoias me entran en la cabeza.
Yo con mi libro a todas partes y ja vorem.

mala persona

Soy una mala persona que se refugia en la música heavy para evadirse. Soy una mala persona que no sabe enfrentarse a sus problemas. Soy una...