Hace un par de viajes que llevo pensando en los pros y contras de acomodarse en un asiento concreto de un avión. Averigué que prefería sentarme a mitad del avión, junto a la ventanilla y justo antes del ala (si puede ser). Todas mis compras y siempre que podía, elegía ese sitio. No es que haya comenzado ahora a coger aviones, sino que aún no sé por qué, durante mis largos paseos por los pasillos de aeropuertos se ha ido forjando una teoría.
Parece ser que los viajeros sentados en la cola del avión son lo que suelen sobrevivir más a un accidente aereo. Los de los primeros asientos no corren esa misma suerte, pues son los primeros en llegar hasta el suelo y los de mitad... pues supongo que depende. Pero bien, no sé dónde leí esto pero parece tener un poco de lógica en el caso de que el avión se estrellase. La última vez que viajé en avión (hace un par de días) se me ocurrió sentarme en el último asiento del mismo, junto a la ventanilla de la derecha. Todo eran calores y un ruido de motor o de algo (propulsor, etc.) que me ponía muy nerviosa.
Pensé que si algo pasaba en la parte de atrás, yo, junto con el matrimonio que estaba a mi lado y los dos amigos sentados en la misma fila que yo pero a la izquierda del pasillo nos íbamos al carajo. Es una manera cruda de verlo, pero es que creo que este vuelo fue el peor que he tenido.
Hubo mucho balanceo (que no me importa) y hubo incluso un intento de aterrizaje abortado. Al llegar a Forlì (nuestro destino), una niebla intensa lo cubría todo. Después de casi 30 minutos para aterrizar, el capitán informó que nos pasaríamos unos 20 minutos sobrevolando el aeropuerto de Forlì para ver si le daban el visto bueno para atterizar. Pero no se lo dieron, o sí. Porque cuando parecía que estábamos aterrizando (y sin oir de nuevo la voz del capitán), de repente pegó un acelerón y volvimos a irnos hacia arriba. Como no se veía nada (aunque hay quien afirma que llegó a ver el suelo de la pista), parecía que había vuelto como a despegar porque íbamos a chocar contra algo solido. El fin de la historia (o el comienzo) fue que nos desviaron a Rimini, de allí un bus de nuevo a Forlì y una espera en la Estación de tren de unos horas hasta que Ale y Ab me rescataron con el cochecito.
Por ello mi teoría se vio reafirmada esa noche. Mejor ponerse al medio del avión, que de todas formas sigue aviendo salidas de emergencias. Los del principio morirán aplastados antes que nadie, pero los del final pueden morir quemados. No me mola la idea y, después de todo, siempre me pongo al medio, carajos. No sé por qué pero cuanto más veces subo en avión, más miedos y paranoias me entran en la cabeza.
Yo con mi libro a todas partes y ja vorem.
5 comentarios:
No me fastidies, que acabo de sacar el billete para ir a verte presto!
Alaaaaaa!! Que fuerteee!!
Nena, que mal cuerpo, si es que como Alsa no hay nada...
Ale, espero que el susto se te haya pasado, ahora que estás de reposo psicológico dile a tu roomate que te haga sopas y te dé cariños... ;)
Un beso!
Ah, era yo!
Está comprobado: cuantos más aviones coges, más miedo tienes. Es directamente proporcional y no inversamente como la experiencia en cualquier otro campo nos había enseñado. Yo cada vez voy más acojonada en los aviones (aunque, eso sí, el proceso de espera, de check-in online y todas esas cosas las podría hacer con los ojos cerrados).
Y Zoeeee, leñeeee, que a mí me mola el número 5. Me gusta ponerme delante porque así salgo de los primeros y como normalmente viajo con maletita de mano y ya puedo irme a casa velozmente.
Y sólo una cosa más: hace un par de semanas Ryanair tampoco pudo aterrizar el avión en el que viajaba yo por la niebla... pero nos dejaron en Bologna. Jijiji.
Besicos taaanti.
MATAR MATAR MATAR
Publicar un comentario