miércoles, 25 de julio de 2007

el rastro de Madriz

Pasada la tormenta mediática y hecha la rectificación, no seré yo quien levanate el polvo del arlequín. Y hablando de política... ¿a qué no saben qué puede pasarle a un coche que se queda aparcado un domingo de rastro madrileño en la principal calle del rastro? ¡Nada! Increíblemente mi coche permaneció el sábado completo y el domingo enterito también aparcado donde lo dejamos el sábado de madrugada (para nosotros aún viernes noche). Los gitanos se apiadaron de él, de mi corseta, de mi corcel plateado y lo rodearon con sus tenderetes y sus furgonetas, supongo que al comprobar con la matrícula que era una extranjera en tierra de nadie.

Las únicas pruebas del delito fue una multa del sábado (90€ por no poner distintivo en la zona verde) y unas huellas de manos en el cristal de atrás. Y para que os hagáis una idea de cómo puede estar de lleno el rastro de Madrid, os dejo una foto de consolación.

Esta historia me recuerda a otro gran momento que vivió mi coche cuando, al volver de la facultad por la noche, el Corsa estaba rodeado de mesitas con gente tomando granizados, etc. Efectivamente, por la mañana (muy por la mañanita) lo aparqué en una terraza de una cafetería. No vi la placa, no vi la cafetería, no vi nada. Sólamente oí los gritos de la camarera cuando vio aparecer a la susodicha conductora del intruso coche. Una buena reprimenda me gané, pero no salía de mi asombro que hubieran tenido la cortesía de no llamar a la grúa. Algo olía a gato encerrado... ¬¬'

viernes, 20 de julio de 2007

reflexing

Reflexiones en la ducha tras un mes de estancia en Madriz y con una mesa de Ikea recién montada:
"Si fuera maricón, me quedaría contigo, Ana".

lunes, 16 de julio de 2007

ya es lunes

El camino hacia Madriz da para mucho. Son tres horas en coche (a veces más, a veces menos) durante las cuales se habla de todo, se mira el paisaje, se piensa en silencio, se canta o se observa a los demás coches que como nosotros, intentan llegar a la capital lo antes posible.
Recapitulando, me doy cuenta de lo mucho que he (hemos) cambiado. Lo que la vida nos ha traído nuevo y lo que se nos ha llevado por viejo y pasado. Continuamente estamos cambiando, aunque eso si queremos porque más bien podemos estar como ermitaños y nuestro cascarón, sin salir a penas a que nos de la luz del día... pero supongo que así perdemos los mejores años de nuestra vida y, al fin y al cabo, toda la vida.
Muchos se quejan de que su vida no tiene sentido. De que no encuentran esa chispa, de que no saben que hacer ni con ellos mismo. A qué dedicarse, a quién amar, con qué entretenerse... son preguntas que muchos se hacen a modo de reflexión. Cuando la gente más querida me hace estas preguntas, siempre les respondo que la vida va por la vía que tú quieras y que seguirá el trayecto que tú le marques. Eso no quiere decir que todo salga de maravilla. Muy al contrario. Puede que la jugada salga mal y nos arrepintamos de nuestros actos.
Pero no es mi caso. Al menos no ahora. Siempre miro al presente y poco al futuro, por lo que no sé qué me deparará éste (ni lo quiero saber), pero entiendo que el presente me lo he construido (puede) poquito a poco y sin prisas. No me gusta ir corriendo a los sitios. Prefiero que me lleve el metro.
Eso sí, ahora sí tengo más claro cómo quiero que sea mi futuro (al menos en un esbozo).
Dicen (y bien dicho) que la vida es una carrera de fondo. Piensa ahora para ti mismo: ¿estás viviendo realmente la vida que tú quieres