sábado, 29 de julio de 2006

caótica

Érase una vez un pez llamado Dory, con tan poca, poca, poquísima memoria que cortándose las uñas de sus manitas, olvidose de la uña más pequeñita: el meñique.
Otra historia, esta vez del diálogo de la película El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante, de Peter Greenaway.

- Aquí podrías pasarte la vida entera leyendo.

- Desde luego, dos vidas enteras. La tuya y la mía.

- ¿Eso es lo que me espera?

- No.

- ¿De qué sirve tener tantos libros? No puedes comerlos. ¿Cómo te hacen feliz?

- Siempre me parecieron sensatos. No cambian de opinión en cuanto te descuidas.

- Pues a mí me parece un inconveniente [risas]. Bésame.

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