Harta me tienes. Me tumbo en la cama y no puedo dormirme. Doy vueltas y más vueltas en ella sin resultado alguno y me acuerdo de tí. Y sueño despierta y debato conmigo misma.
Una lágrima cae por mi mejilla hasta aterrizar sobre la almohada. A veces sólo se queda en esa única y otras tantas veces acaban más de quince lágrimas.
Hartita me tiene mi ordenador, que me lleva por la calle de la amargura ahora en plena época de exámenes y entregas de trabajos. Ahora resulta que le cuesta una barbaridad arrancar, otras veces era simplemente que no quería ser despertado de su largo letargo.
Y oye, pues es listo, no? Porque despertarse para ver este [piii] mundo, mejor no hacerlo, sobre todo cuando te cuesta tanto dormirte...
Y es que cada vez me da más igual la vida si no tengo un leit-motive por el cual luchar. Porque despertarme y no poder hablar contigo me hace desvanecerme de la faz de la tierra. Supongo que sólo es cuestión de tiempo y una tiene que acostumbrarse a ello. Y es entonces cuando una se pregunta para sí misma: "¿para qué carajos vivimos? ¿Qué es lo que nos hace movernos en este mundo?" Es entonces cuando cogería el coche y tendría un accidente, lanzándome al vacío. Pero para qué. Intentamos seguir el hilo conductor de nuestras vidas, como guiones ya preescritos. Como un buffet libre donde eres tú mismo quien hace las combinaciones de unos elementos que ya preestablecidos y que te ofrecen. La libertad es limitada.
Y ya no sé por qué cuento esto. Son las 3:50 de la madrugada del miércoles 11 de enero y no puedo dormir. Llevo ya una tila y un poleo en el mismo tazón.
No entiendo lo que me pasa. Voy sola por el mundo, navegando sin rumbo fijo y no entiendo por qué, si ya todo estaba controlado es como si de repente hubiera tropezado con una piedra y hubiera caído al suelo, rompiéndose la bola de cristal que llevaba sujeta entre mis brazos.
Soy una mierda de persona que se odia a sí misma. No me gusto físicamente (nunca me he gustado y supongo que nunca llegaré a hacerlo) y no me gusto intelectualmente... simplemente no me gusto. Me quitaron una de mis piernas y sin ella no puedo caminar por este mundo, pero lo peor de todo es que sé que ya nunca podré recuperarla y, por tanto, nunca será igual que antes. Aunque pase mucho tiempo siempre iré algo coja.
Ahora son las 5 de la mañana. Voy a intentar cerrar los ojos y no pensar en nada.