Sammy volvió algo descolocada a casa tras la High School Party. No sabía muy bien por qué, pero así se sentía ella. Parece que todo comenzó a desarrollarse estrepitosamente cuando olvidó llevar su flauta a la fiesta. Ese fue el comienzo del horroroso final.
Olvidó su instrumento y olvidó también que no tenía pareja de baile. Bueno, no es que lo olvidara, pero tenía una esperanza, por mínima que fuera, a que le sacarían a bailar en la fiesta. Pero Sammy se equivocaba. Sus expectativas quinceañeras volaron cual paloma blanca. Ella creía que tanta palabrería los días anteriores tendrían un desenlace, y lo tuvieron, pero no como ella esperaba.
Así que Sammy, sentada en una silla, apartada de las demás chicas, sin saber en qué grupo meterse, sin saber quién era realmente, sin conocerse a sí misma, esperaba que tanta palabrería sirviera de algo y le sacaran a bailar (al menos). Pero no fue así, no. Así que Sammy, sin saber si pertenecía al grupo de las superficiales o de las inteligentes, decidió quedarse en el medio, aunque más tirando al último grupo. Pero ella no quería eso, quería ser única, no pertenecer a ningún grupo. Quería tener su pareja de baila como la mayoría y su florecita en la muñeca. Pero sí, eso es lo que hacen las muñecas; juegan a ser princesas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario